La clave está en incorporar hábitos que nos acompañen día a día y que nos permitan mantener en óptimas condiciones nuestros alimentos y nuestra salud.
Utiliza jabón y agua para lavar la parte superior de los alimentos enlatados antes de abrirlos.
No uses la misma tabla de cortar (o el mismo cuchillo) para la preparación de carne que para la preparación de vegetales y frutas.
No te saltes ninguna comida. Hazlas ligeras (frutas, ensaladas, zumos) de manera que se compensen los excesos. No desayunar es un error, se debería realizar entre cuatro o cinco comidas diarias.
Come despacio, masticando bien los alimentos y disfrutando de la conversación.
En conveniente que los platos se elaboran con raciones equilibradas, acompañados de ensalada y verdura
Elige los alimentos con aceites: de oliva, frutos secos, pescado…y consume con moderación los alimentos que llevan grasas saturadas como embutidos, quesos grasos, y mantequilla.
La ingesta de fibra ha de estar presente estos días comiendo pan integral, verduras, legumbres y frutas
No olvides que la actividad física ayuda a mejorar la digestión. Intenta caminar como mínimo una hora al día.
Si no hay contraindicación médica, se puede comer de todo con moderación, pero hay muchas personas que padecen patologías diversas en las cuales la dieta debe ser seguida de forma estricta, como es el caso de diabéticos, hipertensos, personas con insuficiencias cardíaca, pulmonar y renal, celíacos, dislipidemias. En estos casos, se recomienda que consulten al médico los posibles cambios a realizar en sus dietas, si no, se podrían producir descompensaciones y complicaciones graves de sus enfermedades.